Cultura andaluza

La Cultura Andaluza invitado de honor a la Décimo Quinta edición

Motivaciones

Andalucía participa con el 37% durante el primer siglo de emigración indiana, lo cual significa unas 55 mil personas. Unida a Extremadura, 16’5%, región con la que tiene una serie de afinidades, alcanza el 53’5% del total. Más de la mitad del conjunto peninsular en cuanto a población colonizadora en las Antillas, de manera especial en La Hispaniola, según datos del profesor Boyd Bowman, citados por José Antonio Calderón Quijano, en su texto Nombres geográficos sevillanos en el Nuevo Mundo, publicado el 31 de Diciembre de 1986 por la Universidad de Sevilla.

La influencia primera de la cultura andaluza está en el habla del dominicano, que fonéticamente se distingue por su semejanza al dialecto andaluz. El predominio de la presencia de andaluces en las primeras olas de emigrantes marcó algunos de los rasgos del español caribeño, de ahí que se observe afinidad en el español hablado en las principales islas con el español meridional, es el caso del seseo, yeísmo, la debilitación de la s final, la j suave o la n final velarizada, entre los rasgos más llamativos.

 

Esto es debido a que la mayor parte de los españoles que viajaban de España hacia América partían de Sevilla u otros puertos andaluces y fue precisamente en la zona del mar Caribe donde estos se asentaron por primera vez en América durante el primer viaje de Cristóbal Colón, con la creación del fuerte La Navidad y posteriormente con su segundo viaje donde trae a Santo Domingo mil quinientas personas de diferentes clases sociales y profesiones. Fue a través de ellos que nació el primer dialecto del español desarrollado en el Nuevo Mundo, pues en la antigua capitanía española de Santo Domingo (actual República Dominicana) surgieron los primeros textos de literatura del español en América. Se afirma, según consigna Pedro Henríquez Ureña en su obra El Español en Santo Domingo, escrita entre 1935 y 1961, que: “la Española fue en América el campo de aclimatación donde empezó la lengua castellana a acomodarse a las nuevas necesidades…”

Una de las primeras descripciones de estos nuevos y bellos paisajes llegó de la mano de un sevillano llamado Diego Álvarez Chanca, médico al servicio de los Reyes Católicos. Diego Álvarez marchó en el segundo viaje de Cristóbal Colón y tras desembarcar en la isla de La Española quedó maravillado por su naturaleza. Su carta al cabildo de Sevilla, fechada en 1494, se convirtió en un valioso estudio sobre la flora, la fauna y la etnología de la isla.

 

Para el siglo XVI los andaluces eligieron como principal destino La Española; mientras que para la siguiente centuria la isla se convirtió en lugar de paso hacia el continente. En la primera mitad del siglo XVII, el mundo antillano se hizo más cosmopolita; corsarios y piratas ingleses, franceses y holandeses comenzaron a instalarse por las islas cercanas.

Una vez transcurrido esos primeros años, las razones fueron muy diversas; búsqueda de un nuevo modo de vida, de un golpe de suerte, el asentamiento en las islas de los miembros de las tripulaciones de los barcos, el ejercer como hombres de armas,….Por estas causas el perfil profesional de los andaluces que  llegaron a estas tierras fue muy variado, formado principalmente por labradores,  artesano, albañiles, carpinteros, herreros y otros grupos más especializados, como fueron los plateros o entalladores a los que se  le podrían  considerar artistas, además de otros profesionales libres como pudieron ser hombres de leyes, cirujanos y boticarios, y un gran número de religiosos que marcharon con la intención de evangelizar.

 

La presencia de estos andaluces en las islas dejó una impronta cultural que ha llegado hasta nuestros días, huella que se puede percibir en cada rincón de su geografía: en las ciudades; en su planificación, organización y topónimos; en la agricultura y ganadería; en el arte y en la lengua, etc.

No concibieron la existencia de lugares sin la protección, estructuración y cohesión que podía ofrecer una ciudad. Su fundación en las Antillas se hizo de una manera original, no continuó el modelo medieval europeo sino otro más innovador poco común en Europa, se siguió un trazado regular, en damero, donde en la misma Andalucía se encontraron algunos ejemplos como fueron Puerto Real, fundado en 1483 en la bahía gaditana o Santa Fe, situada en la vega granadina y fundada en 1491, modelo que se impuso por toda la América Hispánica. Entre las primeras fundaciones en las Antillas destacaron La Navidad 1492, La Isabela, 1493, Santo Domingo 1496, Santiago de Cuba 1514, entre otras.

Pronto comenzó la construcción de fortificaciones y de la preparación de una eficiente artillería; había que convertir a la isla en la mejor plaza fuerte de las Indias españolas. De ahí que la emigración andaluza a esta isla fue configurándose en relación a la política española en Indias y al papel que tomó la isla en la administración colonial. 

 

 

Los andaluces tuvieron que ver directamente con la adaptación de los animales domésticos: vacas, ovejas, cerdos, cabras, mulas, burros o caballos, que fueron utilizados para carne o carga, destacando el papel bélico que tuvieron los caballos andaluces en la conquista. Es en el segundo viaje de Colón cuando se transportan estos primeros animales que cubrieron las necesidades tanto de los conquistadores y después colonizadores, como de los nativos.

Los nuevos centros urbanos se convirtieron en irradiadores de cultura. A nivel artístico no se puede obviar lo que el arte hispanoamericano debe al andaluz. Albañiles, alarifes, plateros, maestros canteros…, llegaron desde los primeros momentos a estas nuevas tierras. Junto a este personal también arribaron azulejos, ladrillos, cerámicas, etc., y los modelos de construcción. Estas son algunas de las razones por las que se puede percibir la impronta andaluza en muchas de las construcciones antillanas.

El talento y las manos andaluzas estuvieron en las primeras construcciones importantes, como las alcantarillas de las atarazanas, antes que se poblara la futura ciudad; desde el Convento de San Francisco de Asís hasta el alcázar de Colón, pasando por la catedral Primada de América, la Universidad de Santa Cruz (que así fue su primer nombre) y la primera capilla.

 

 

A medida que estos andaluces se fueron asentando en las tierras, fueron descubriendo la nueva realidad geográfica de la región y con ello la necesidad de adaptar la agricultura y ganadería del Viejo Mundo al nuevo medio: semillas, plantas, esquejes y animales vivos llenaron las bodegas de estos primeros barcos. En un corto espacio de tiempo se obtuvieron productos que fueron integrándose en la dieta de la nueva sociedad señalando, sobre todo, el arroz, la caña de azúcar y algunos árboles frutales entre otros. El arroz se adaptó con gran rapidez. Llegó en el segundo viaje de Colón, aunque no fue hasta 1512 cuando comenzó a aclimatarse, extendiéndose desde la española al resto de las Antillas y desde aquí al continente. Igualmente, la caña de azúcar encontró en el medio caribeño unas condiciones excepcionales para su desarrollo. Existe una constancia histórica dudosa acerca de dónde llegó la primera planta de caña de azúcar a las Antillas. Algunos apuestan que fue llevada desde las islas Canarias, sin embargo, otros son de la opinión de que procedía de Andalucía oriental y que se llevó en el tercer viaje de Colón. Esta planta fue sin duda la que mejor se aclimató y prosperó en aquellas tierras.

En el siglo XVI la incorporación de América a la Corona castellana supuso la marcha hacia esas tierras de un gran número de personas en busca de mejores perspectivas sociales para ellos mismos y para sus familias. En Sevilla se emplazó la Casa de Contratación de la Indias y muchos andaluces se sintieron atraídos por la idea de partir hacia unas tierras ricas en las que ejercer su trabajo. Los artistas, como otros profesionales, tenían una doble posibilidad: marchar o enviar sus obras a los presuntos compradores allí establecidos. La mayoría de los artífices se embarcó para el Nuevo Mundo con el deseo de hallar un medio de vida digno y con mejores perspectivas sociales. Sus nombres se registran desde temprana fecha, Diego López era estofador de imágenes y vecino de Sevilla cuando en 1501 se compromete a trasladarse a La Española, donde aparece citado años después, según Carmen Fraga González, catedrática de la Universidad de la Laguna, en su trabajo Emigración de pintores andaluces en el siglo XVI (Portal de Revistas Científicas Complutenses).