Invitado de Honor: Nueva YORK
Antes de que existiera el cine para plasmar imaginarios ficticios o reales, teníamos las migraciones y la búsqueda de sueños en el mundo real, no en universos paralelos. Y el sueño se apellidó “americano”. Un dominicano anónimo conocido como el soldado desconocido de los conflictos bélicos se lanzó a una aventura, bajo el pseudónimo más común en Dominicana: Juan Rodriguez. Eran otros tiempos. Hoy fuese presa segura aun con sus documentos en orden de un agente migratorio, que le pasaría al temido “cuartito” para investigación y lo pondría en jaque. Permitida o denegada la entrada. Deportado antes de ver lo que le ha contado un tal Fellito. Hoy puede que sea una inspectora. (Las mujeres pueden ser más intimidantes ) Y podría hasta llevar nombre de actriz. ¿Qué les parece Laura Gomez? La misma adolescente que era cómplice de recrear en las tablas con Arturo y algún que otro miembro del cineclub Lumiere, un cine al que le era imposible de existir.
Pero el cine desafía todos los retos y encuentra finalmente su camino y el dominicano desde sus primeros pasos se enfocó en el tema migratorio. Algunos hacían un viaje a ninguna parte, como los del Regina Express, en el “Pasaje de Ida” de Agliberto Melendez (El mismo señor de la Cinemateca) donde se asomaban figuras del teatro y la televisión que no morirían asfixiados en su utopía del ojo y la oreja(Suena a un señor con unas alas enormes) pero esta vez con ingredientes y sazones dominicanos. Tras su primer y desesperado grito, Franklin Dominguez pensaba hacer sentando en su silla, pero siempre cultivando su pasión por el teatro.
Y sin importarle cuánto vale el show, un joven salido de la televisión, adoptaría a otro personaje de televisión con peineta distintiva y preparaba sus maletas para su “Crossover Dream”. Y fue entonces cuando la ficción dominicana comienza a viajar y el destino no podría ser otro que New York, Nueba Yol o los nuebayores, porque allí las papeletas verdes se encuentran como hojas de lechuga.
Tuvimos una producción entre Dominicana y Nueva York, que conectaba tanto al público que rompía los cristales de las salas de cine desesperado por entrar en la capital dominicana, con los pueblos sin cine que utilizaban proyecciones improvisadas en espacios abiertos si no estaban las salas y los que esperaban en largas filas bajo el frío de la nieve, cargados de nostalgia por su tierra en las calles de la 180 street. Que tiempos aquellos.
Balbuena, cándido e inocente, encantará hasta a los del New York Times y alguien lo plasmará en su crítica cuando decía que descubría el otro lado del Manhattan de Woody Allen. Era como un perico ripiao con saxofón. Del Alto Manhattan al Central Park. Balbuena fue atrevido y descansaba sobre las Torres Gemelas con la Estatua de la Libertad de fondo, mientras sobrevolaba un avión. Eran otros tiempos.
La esperanza del cine dominicano se multiplicó aqui y alla, aunque viniera la Nueva Ley y sin pensar que segundas partes nunca fueron buenas. Mientras Chea cruzaba sus sueños con lo de Ichaso, un grupo de jóvenes buscaba un sueño propio con el entusiasmo de Adrian Agramonte y un equipo de nombres hoy más conocidos: Joseph Medina, Freddy Vargas, Victor Checo, Elvis Nolasco, Rafael Decena, Mateo Gomez, Jessy Terrero, entre otros. Unos están aunque no se vean como Caridad Ravelo, otros no como llka Tanya Payan.
Y podríamos pasar de la comedia, a la violencia a rincones más oscuros, introducirnos en ese círculo vicioso del que no había escapatoria, mucho menos cuando estás fichado con un pasaporte rojo (Antes de que venga el color azul). El dominicano era objeto de miradas desde fuera desde ese Washington Heights que descubriera a Manny Perez, nuestro actor más neoyorquino pero con identidad de Baitoa. Nuestra hoy reina del universo del séptimo arte, la misma Zoe lo intentaría a lo “Fame” y Victor Vargas nos mostraría el lado más independiente de nuestra identidad en cine. Rewind, antes estuvo prohibido amar en Nueva York, diría Charityn y Freddy.
Y como nada un dominicano gana el Pulitzer aunque lo quisiéramos mejor un Oscar. Y Oscar Wao siembra esperanzas. Miramax es lo máximo en cine y Weinstein aun no cae en desgracias. Pero no fue. No pudo ser. La historia se complicó y tenemos hasta relato del cine que no se ha hecho como en las grandes cinematografías: la dominican-york.
Vamos a la barbería, o a ponernos Pinchos y Rolos o a evocar al Papi de la montra que viene con la maleta cargada y a repartir unos pesos. De repente todos quieren rodar en Nueva York, pero al mismo tiempo cierran las salas de Washington Heights como símbolo del cambio de la industria antes primero el SIDA y después de la pandemia, o del 911 o de Trump, que se yo.
Hoy vemos un ciclo en el Film Forum que nos recuerda a Chea, pensamos en Pericles en la Moviola buscando un Pasaje de Ida, siguen marchando inesperadamente como el actor boricua que buscaba un sueño, como antes lo hizo el Mellizo. Y nos preguntamos, dónde se ha ido todo ese sueño importado, que estamos haciendo para no quedarnos clavados en La Silla, quien atesora las películas de los muertos o que ha pasado con las películas muertas en manos de los vivos. Atencion hombres y mujeres de cine, tres o más o menos, buscadores de sueño o de pasajes de ida con o sin pasaporte rojo a Nueba Yol, enredados en círculos viciosos, sean de lo mío o no, sigamos adelante y mantengamos la memoria, no permitamos jamás guardar el celuloide en ataud, aquí o en Nueva York.